Por Aurora Muñoz
Presente Continuo
18.03.2016
Como una gota de agua en la inmensidad del océano nos encontramos en un punto minúsculo del universo formando parte de un gigantesco mecanismo de engranaje en el que cada uno de los elementos presentes desempeñan una función. Nada está creado al azar en el cosmos, todo está milimétricamente diseñado para que la estructura no pierda el equilibrio. En la jerarquía espacial dependemos directamente del Sol, eje de nuestro sistema solar. Cautivos por su fuerza gravitacional los diferentes planetas que lo conforman giran alrededor de él. Las primeras civilizaciones fueron conscientes de la gran importancia de esta estrella en el desarrollo de la vida, por lo que en sus creencias religiosas predominaba la plena convicción de que el astro rey era Dios. Los principales movimientos de la Tierra se definen con referencia al Sol. El movimiento de rotación da lugar al día y la noche, y el de traslación causa el nacimiento de las estaciones. Éstas llevan miles de millones de años modelando y transformando el paisaje de nuestro planeta. El invierno, la época más fría y oscura, ha tenido gran trascendencia para muchas culturas. Algunos pueblos europeos alegorizan este momento como el triunfo del astro invicto sobre las tinieblas. Para los chinos, este solsticio supone el punto máximo del “Yin” al que se asocia la oscuridad y el principio del fin del mundo.
El invierno, que este año ha pasado de puntillas por la capital hispalense, ha quedado materializado en la galería Weber-Lutgen en una exposición titulada `Solsticio de invierno´, que reúne el trabajo de los artistas José García-Vallés (Sevilla, 1986) y Fran Pérez Rus (Jaén, 1986).
En la obra de Rus se produce una simbiosis entre realidad física y realidad virtual en la que la técnica audiovisual toma protagonismo. Sus piezas, en las que destaca el equilibrio y la carga conceptual, están creadas en formatos esquematizados que quedan reducidos a formas básicas y minimalistas. El proyecto `Nodos´ (2014) lo realizó durante su estancia en el programa de artistas en residencia de Línea de Costa, Cádiz. Esta serie está compuesta por cuatro recreaciones digitales que se reproducen en pequeñas tablets en las que el jienense refleja, a través de la animación 3D, la reinterpretación que hace sobre las balizas que flotan en la superficie del mar, contraponiendo la idea de lo fijo y lo variable, lo artificial y lo natural, lo móvil y lo inmóvil. La mayoría de los animales emigran durante la estación fría realizando desplazamientos reflejados en `Boids´ (2014), justo en la pared opuesta, formada por una videocreación que muestra las aglomeraciones que forman la mayoría de los seres vivos que se trasladan en grupos, originando unos patrones de movimiento que se tornan en manchas puntillistas fundiéndose el concepto de lo micro y lo macro. De nuevo, la idea del movimiento frente a la estabilidad aparece fusionada en un plano, tal y como se puede contemplar en las veinte impresiones en papel que acompañan al vídeo. Por último, en la pared del fondo, seis láminas de papel componen la instalación `The folding and the light´ (2016) en la que se plasma el ciclo de la luz que empieza con la llegada de la estación invernal reducido a su mínima expresión, creando la idea cíclica y serial del paso del tiempo. La cuarta estación da lugar a la noche más larga del año, y a partir de ese día las jornadas empiezan a tener de nuevo más luz, apareciendo este proceso representada en cada lámina de manera sutil y armoniosa. En cada una de ellas aparece un ángulo plegado que va aumentando paulatinamente en cada hoja. Marca la penumbra como lo antagónico a la luz, como dos conceptos opuestos pero a la vez dependientes, puesto que sin el día no habría noche y viceversa.
Con un carácter más espacial se muestran en la segunda sala de la galería las obras del sevillano García-Vallés. La luz sigue siendo el leitmotiv de la exposición. El artista la toma como fundamento conceptual, centrándose en el ciclo del sistema solar en esta época concreta del año. En las piezas presentes aparece como base, de forma reiterada y como él mismo sostiene, de forma “casi obsesiva”, el `Hexágono Invernal´, una figura astronómica que se dibuja en el cielo durante el invierno en el hemisferio norte y que se irá manifestando continuamente en sus obras. `Serie F1´ (2016), una sucesión de fotografías dispuestas con un lenguaje narrativo muestra una serie de instantáneas donde el espacio queda transformado por la luz. Seguidamente, un holograma vuelve a reflejar el interés del artista por la estructura del triángulo. A través de un juego visual -e hipnótico- de planos cambiantes pretende evocar al visitante la idea de la duración de las cosas, de lo efímero y lo cambiante, el concepto del espacio-tiempo tan recurrente en su producción artística. `Interestellar 5555´ (2016) es una videocreación que interpreta la formación de las constelaciones y que a la vez reproduce el supuesto sonido del universo recientemente descubierto, enfatizando la sensación de misterio en este viaje enigmático que nos ofrece por el cosmos.`Dark side of the moon´ (2016) lo constituye una serie de prismas de madera sobre los que se proyecta un mapping, haciendo referencia al proceso de descomposición de la luz que se produce al hacer pasar ésta por un prisma de cristal. Al final de la sala, haciendo contraste con el fondo negro, se encuentra la joya de la corona, una instalación titulada `Low Poly Mountain´ (2016), creada a partir de un soporte de cartón en relieve en el que se representa una geografía montañosa compuesta por 160 triángulos -de nuevo referencia a esta figura geométrica- adquiere movimiento y sensación de tridimensionalidad gracias a la luz que se proyecta sobre él. Otorgando calidez a la obra, una escalera de tijera abierta vuelve a redundar en la figura del triángulo, apuntando al firmamento como hicieron los antiguos egipcios con sus famosas pirámides. Vallés también apuesta por el uso de las nuevas tecnologías, se sirve de la técnica del video mapping para dar vida a algunas de sus piezas, lo extrapola al terreno de lo artístico creando un mapa digital laborioso y complejo del que emanan diferentes texturas.
En esta exposición se apuesta por la creatividad y el uso ilimitado de recursos que permiten un desarrollo y una evolución en el campo artístico. El arte sigue deshaciéndose de etiquetas academicistas que lo ligan directamente al óleo y al lienzo para ir más allá. Mientras que Fran Pérez Rus nos ofrece una visión particular más vinculada a lo terrestre sobre lo relacionado con el cambio estacional, como el movimiento de las mareas o la emigración de algunos seres vivos, José García-Vallés lo hace con los ojos puestos en el espacio, representando ambos una realidad inmaterial e impalpable creada desde lo más profundo del imaginario gracias a la utilización de diferentes avances técnicos cada vez más presentes en el mundo del arte.
Lo más bello de este proyecto -además de las obras en sí mismas- es observar cómo dos producciones artísticas, diferentes a priori, se complementan, ver cómo se alcanza un punto de entendimiento y conexión, de concordancia y adaptación a través de un discurso expositivo perfectamente llevado a cabo en el que destacan unos intereses comunes evidentes: la luz como elemento protagonista, las continuas referencias al paisaje y la interpretación de los fenómenos naturales causados por los continuos movimientos a los que estamos sometidos en el ciclo vital.
Enlace: http://presente-continuo.org/entradas/critica/235/valls-y-rus