Arte, tecnología y naturaleza: reflexiones a propósito de la obra de Fran Pérez Rus

Por Manuel Jódar Mena

Texto catálogo Early Works (2013-2022)

El beneficio generado por la aplicación de la ciencia y la tecnología en distintos momentos de la Historia del Arte ha favorecido el desarrollo de variadas disciplinas artísticas, que han inducido nuevas perspectivas de expresión, cuya impronta ha sido valorada como novedosa, fruto de la experimentación con técnicas digitales relativamente recientes, que exploran territorios híbridos entre lo físico y lo virtual. Estos renovados modos de producción, por lo general, devienen en experiencias innovadoras.

Por otro lado, en el mundo globalizado en el que vivimos, el nacimiento de Internet, sumado al atractivo despertado por las redes sociales, ha ocasionado un proceso de actualización de la realidad de nuestro tiempo. En consecuencia, las tecnologías de la información y de la comunicación están proyectando, constantemente, nuevas visiones sobre las más recientes preocupaciones, que han sido objeto de investigación por parte de algunos de los creadores más significativos de época reciente.

Esta es la estela en la que navega Fran Pérez Rus, artista visual, especializado en medios digitales que, hasta el momento, ha llevado a cabo variados proyectos para reputadas instituciones nacionales, siendo seleccionado en distintos certámenes artísticos y habiendo obtenido diferentes galardones. Su implicación como creador con la sociedad de su tiempo, unido a su compromiso social, le han llevado a realizar trabajos de gran predicamento.

Al margen de su actividad creadora, tanto el desarrollo de labores docentes en materia de recursos digitales en Escuelas de Artes, así como su activismo y compromiso con la gestión cultural, modelan su personalidad artística.

A propósito de la aplicación de los recursos digitales vinculados a los procesos creativos, cabría preguntarse de qué manera la experimentación artística puede ser concebida como una ampliación de las posibilidades expresivas del arte, sin que ello suponga una ruptura radical con el pasado.

Esta y otras respuestas se pueden encontrar en la visita de esta muestra, titulada Early Works, en la que el artista lupionense exhibe algunas de sus más singulares aportaciones realizadas durante la última década (2013-2022).

Su obra, que evidencia la manera en que el progreso tecnológico puede aplicarse a la Historia del Arte, es una muestra indiscutible del papel que la innovación ocupa, en la actualidad, en los proyectos artísticos de mayor pujanza.

Pérez Rus, mediante su tendencia natural hacia la experimentación, apela a la investigación sobre la génesis del proceso creativo. Aun así, más allá de reflexionar con espíritu crítico, las dosis de originalidad que impregnan su obra lo significan como un artista comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, especialmente en materia medioambiental.

En su faceta como creador, todo parte de la tecnología, cuya base es la copia de los patrones de la naturaleza. A partir de ahí, cavila sobre cómo esta se crea y qué efecto provoca el impacto natural ocasionado, todo ello desde el ámbito de la experimentación y la investigación de los medios audiovisuales, ahondando en las posibilidades de la tecnología y su imbricación con la Historia del Arte; no en vano, ambas se retroalimentan, creando nuevas formas, abriendo nuevos horizontes que nos ayudan a vislumbrar los efectos causados en una sociedad guiada, más que por su uso, por su abuso.

Su obra presenta como denominador común altas dosis de creatividad, no obstante, también destaca por el empleo ilimitado de recursos. Estilísticamente, el artista lupionense presenta discursos coherentes y bien organizados, que parten de problemáticas actuales, cuyos enfoques artísticos, orientados hacia la transdisciplinariedad, se construyen a través de unos principios metodológicos abiertos y transversales, que en absoluto dejan indiferentes a sus espectadores.

Sus piezas destacan por el equilibrio y la carga conceptual. Además, el artista concibe sus proyectos a partir de formatos esquematizados, reducidos a formas básicas, casi minimalistas.

Más allá de la producción del objeto, su arte se manifiesta como dinamizador y constructor de relaciones, como un filtro que es capaz de interpelar a la sociedad. En este sentido, la contemplación de su obra deviene en un verdadero ejercicio introspectivo.

Un detenido análisis de su aportación artística muestra una técnica en constante evolución, como consecuencia del rédito expresivo del vídeo mapping, la holografía, los efectos de realidad aumentada, los modelos en tres dimensiones o las capturas realizadas con la ayuda de las técnicas fotogramétricas.

La relación de sus piezas con el entorno expositivo es una de las claves de su proceso creativo, estando siempre movido por la idea de generar un diálogo, normalmente entre conceptos simbióticos, que podríamos considerar como opuestos o antagónicos y cuyos límites se diluyen, pero que realmente no solo se complementan, sino que, en ocasiones, resultan dependientes, redefiniéndose constantemente; todo ello, gracias al protagonismo de las técnicas audiovisuales. Me estoy refiriendo, concretamente, a la dualidad existente entre lo natural y lo artificial; lo físico y lo virtual; lo tangible y lo intangible; lo estático y lo cambiante, en definitiva, entre la naturaleza y la tecnología.

Resulta atractivo comprobar cómo, frente a la tradicional imitación de la naturaleza, propia del arte de las centurias pasadas, en la actualidad se advierte la preferencia por el diálogo entre lo natural y lo artificial. Curiosamente, todo esto le permite a Fran Pérez Rus subvertir el significado del espacio expositivo, transformándolo en otro lugar que, más allá de su fisicidad, deviene en un constructo humano, cargado de interpretaciones y significados, que genera nuevas percepciones. A la postre, su finalidad es la de conseguir que las personas que se acerquen a su obra resulten meras espectadoras, como consecuencia del predominio de la artificialidad de aquello que les rodea, obligándoles así a indagar en el significado real del lugar donde se encuentran.

Temáticamente, su obra reflexiona sobre los hábitos sociales ligados al consumo, destilando, a partes iguales, compromiso y rigor. Muestra sus principales preocupaciones vitales, apoyadas en sus intereses particulares, especialmente los problemas derivados de la globalización: el abuso de los recursos, la disminución de la masa forestal, la memoria natural perdida, las crisis energéticas o el cambio climático, en resumidas cuentas, tensiones ecológicas, propias de la sociedad actual, fruto de su inequívoco compromiso con el medioambiente.

Es un artista que parte de la naturaleza y se decanta, de forma instintiva, por la tecnología. Muestra una natural inclinación por representar las pulsiones que le atenazan. Y, para ello, en muchas ocasiones, se vale de la preocupación que la naturaleza tiene de constructo cultural, es decir, como una elaboración humana que depende de la visión subjetiva del colectivo social.

Su obra ha estado siempre interpelada por las corrientes que se zambullen en la relación con el entorno natural, donde lo sublime es lo protagonista. En este sentido, se muestra influido por la estética relacional, término concebido por el teórico y crítico Nicolas Bourriaud, además de por el Land Art y el Minimalismo.

La contemplación de su obra nos deja rastrear a aquellos artistas de los que ha aprendido mucho, personas que le han abierto puertas, que él mismo ha podido atravesar para abrir las suyas propias: Giovanni Anselmo, Robert Smithson o Walter de María, entre otros.

Estas referencias de autoridad no son más que guías o puntos en los que apoyarse para elaborar una obra personal, que obedece a la mirada particular del artista con el mundo que le rodea.

No obstante, también pespuntean en su estilo artístico sus principales referentes, por ejemplo, Matthew Barney, Olafur Eliasson o Pierre Huyghe. Así como otros destacados artistas con los que comparte generación: Natalia Domínguez, Amaya Hernández, Cristina Mejías, Roberto Urbano, Laura Segura Gómez, Julio Anaya Cabanding, María Alcaide, Gala Knörr o Abel Jaramillo, principalmente.

La Historia del Arte camina por el siglo XXI hacia planteamientos transdisciplinares en los que convergen variadas ramas de conocimiento. Su implicación como creador con la sociedad de su tiempo y su compromiso social, al margen de su buen hacer como artista, convertirán, a corto plazo, a Fran Pérez Rus en uno de los protagonistas del panorama artístico español.

Su experimentación creciente, su constante innovación y su originalidad denotan su identidad como creador. Se trata de un artista cuya obra muestra cierta facilidad para filtrar el intelecto de sus espectadores con una extraña dosis de familiaridad. Además, la contemplación de su obra agudiza el intelecto y la mirada.

En resumidas cuentas, la obra de Fran Pérez Rus nos invade a través de esa relación intrínseca de diálogo entre la naturaleza, el arte y la tecnología. Los nuevos procesos expresivos se convierten en un testimonio de la estrecha vinculación del arte con el mundo científico, con razón, pues ambos comparten como base de su desarrollo el impacto que genera en ellos el lenguaje de la creatividad.