Por Julio del Campo
Andalucía de Museos y Exposiciones
02.11.2015
El arte y la tecnología han estado vinculados desde el más remoto pasado. En toda época las artes plásticas han requerido el uso de herramientas, mediante las cuales poder transformar la materia disponible, creando nuevas líneas, colores o superficies. El objeto artístico resultante del proceso creativo es la expresión de una idea a través de formas dotadas de determinadas cualidades estéticas, pero también es el testimonio de la habilidad del artista y su dominio de la técnica empleada. Hasta qué punto el arte y la tecnología han estado durante siglos estrechamente relacionados nos lo recuerda el hecho de que en la Antigua Grecia el término utilizado para denominar el arte (téchne) designaba también el conocimiento necesario para fabricar algo, siendo de esta palabra griega de donde proceden los términos técnica y tecnología.
La evolución que las artes han ido experimentando con el paso del tiempo ha obedecido en buena medida a los cambios ideológicos, políticos o económicos producidos en las distintas sociedades. No obstante, las artes también son un reflejo del desarrollo tecnológico y científico de cada momento histórico. La pintura impresionista, por ejemplo, es en parte deudora de las teorías de la síntesis del color formuladas en el siglo XIX, así como de la invención de los tubos de pintura, que permitió a los artistas prescindir de la preparación de los pigmentos en el taller y pintar en exteriores.
Hasta época industrial la tecnología fue desarrollándose en Occidente de manera paulatina en el transcurso histórico. A partir de ese momento, gracias al extraordinario impulso que tomó la ciencia, las innovaciones tecnológicas se incrementaron exponencialmente. Esto supuso en el arte no sólo una renovación en los estilos y temáticas, sino también la disponibilidad de nuevos materiales e, incluso, la invención de nuevos medios de expresión como la fotografía. La revolución tecnológica a partir del siglo XX ha significado el advenimiento de un mundo en constante transformación, cambios a los cuales la actividad de los artistas no ha permanecido ajena.
Hoy día el uso de la tecnología en el arte puede abarcar técnicas tan novedosas como la impresión digital, el retoque fotográfico por procedimientos informáticos o la realización de instalaciones que incluyan pantallas táctiles. Se trata de recursos cuya disponibilidad permite enriquecer la creatividad del artista, sin que por ello necesariamente se abandonen los métodos y materiales más tradicionales. Esta amplitud de recursos ha contribuido en muchas ocasiones a que los límites entre las diversas artes plásticas se difuminen. En la actualidad es frecuente que una misma obra combine técnicas como la fotografía, la pintura y la escultura, reunidas bajo la forma de una instalación artística.
Como ya se ha señalado con anterioridad, la incorporación de nuevas técnicas en el arte no es algo nuevo, sino más bien una constante en la historia. Tampoco es una novedad la convicción de que el arte necesita actualizarse en todo momento. Todo arte es producto de la mente individual de su creador, pero también refleja algunos aspectos de la sociedad en la que éste vive, tales como su idiosincrasia o su desarrollo tecnológico. La creatividad y la originalidad artística requieren de una renovación periódica, no sólo en los temas y estilos, sino en todos los aspectos implicados en el proceso de creación.
Aceptar la renovación del arte como una necesidad plantea a su vez el problema de la obsolescencia de las manifestaciones artísticas anteriores. Las vanguardias históricas son entendidas generalmente como un momento de ruptura y, considerando esto, cabe preguntarse si la aplicación de la tecnología punta en el arte actual puede abrir una brecha equiparable.
En este sentido, la obra Estratos Fluidos del artista jienense Fran Pérez Rus muestra de qué manera la experimentación artística mediante la tecnología puede ser concebida como una ampliación de las posibilidades expresivas del arte, sin que por ello se rompa definitivamente con el pasado. Se trata de una instalación specific-site, diseñada para ser expuesta en un espacio arquitectónico dotado de una gran carga histórica y con el cual mantiene una estrecha interrelación. La función primitiva del lugar, un antiguo aljibe, es rememorada en la instalación mediante la plasmación escultórica de su función de contención de agua. Dicha idea es representada incidiendo en su simpleza mediante minimalistas proyecciones de luz, así como la combinación del estatismo de los elementos cúbicos empleados con el movimiento de luminosas líneas ondulantes.
Además del estudio de las obras de artistas antiguos, quizá uno de los elementos que más han inspirado a autores de cualquier época ha sido la observación de la naturaleza. Durante siglos, en Occidente las artes plásticas habían centrado su interés en la imitación de la realidad natural, por lo que el arte contemporáneo y el nacimiento de la abstracción significaron un cambio de paradigma. A pesar de esto, la naturaleza no ha dejado de ser fuente de inspiración para la creación plástica y hoy día la relación del arte con el medio natural es, si cabe, más estrecha que nunca. La creación de obras specific-site localizadas fuera del ámbito urbano, en ocasiones formando verdaderos museos al aire libre, sumado al surgimiento del denominado Land Art refleja el interés actual por establecer una relación de diálogo entre arte y naturaleza.
Estas formas de expresión adquieren hoy día plena vigencia precisamente porque suponen una reflexión sobre algunas de las cuestiones más apremiantes para una sociedad altamente tecnificada como la nuestra, tales como la necesidad de revalorizar lo natural frente a lo artificial o la degradación del medioambiente. El siglo XX trajo consigo la quiebra de la visión de la ciencia legada por la Ilustración, según la cual el progreso tecnológico era identificado con el bienestar material y la felicidad. Tras el advenimiento de la era nuclear esta concepción idealizada ha dado paso a una visión ambivalente de la tecnología, según la cual, si bien los seres humanos dependemos de ella en todos los ámbitos de la vida, paradójicamente su mal uso puede convertirla en una grave amenaza.
La instalación realizada por Fran Pérez Rus denominada Biótica de un Zahorí representa un ejemplo de cómo el arte puede reflexionar sobre la naturaleza y la tecnología. En ella el saber de los zahoríes, que buscan el agua oculta en el subsuelo, es reinterpretado por medio de la colocación de dispositivos diseñados para producir sonidos con el viento, evidenciando de modo análogo a los zahoríes una realidad natural invisible.
Al igual que la invención de la fotografía en el siglo XIX supuso la aparición de un nuevo arte, la tecnología del siglo XX ha dado lugar al nacimiento de una nueva disciplina artística: la videocreación, abordada por Pérez Rus en la obra titulada SF. La relación de este trabajo con los avances tecnológicos es doble, pues no sólo radica en el formato en que ha sido realizado, sino también en su contenido. La popularización de Internet y la aparición de las redes sociales a comienzos del presente siglo ha traído consigo la creación de un mundo mucho más interconectado, en el que la información, no siempre asimilada, fluye y se propaga con gran rapidez. Este mundo de la información en el que vivimos, esencialmente análogo a una red de nodos similar a un tejido neuronal, aparece elocuentemente referenciado en esta videocreación, en la que se muestran animaciones realizadas en blanco y negro formadas por simples puntos y líneas que se vinculan entre sí formando complejas estructuras dinámicas.
La obra de Fran Pérez Rus ilustra hasta qué punto los últimos avances de la tecnología pueden ser aprovechados en el campo de la creación artística. Su arte supone una continua búsqueda de la experimentación, reflejando la importancia que adquieren la innovación y la tecnología en la sociedad actual. La electrónica, los medios audiovisuales y la información digital constituyen elementos cada vez más presentes en la vida de los ciudadanos de un mundo globalizado. De esta manera, la incorporación de la tecnología más avanzada en el arte supone una actualización coherente con la realidad de nuestro tiempo.
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